Una noche de esas que abundan en la vida de los estudiantes, nos topamos en las afueras del coliseo de Cuenca, se presentaba la “Gaviota” Margarita Rosa de Francisco, nosotros sin plata, sin boletos, ya no recuerdo como, de pronto estábamos en la primera fila del concierto, la Monse subida en la tarima, dirigiendo un coro improvisado que le pedía a gritos a la espectacular colombiana “dame un hijo gaviota, dame un hijo”.
La “Monse” pertenece a una generación de estudiantes de Las Catalinas que se caracterizaron por sus bajas notas en conducta –según la versión que ellas mismo cuentan- . Pasó a la UDA a estudiar Comunicación y culminó la carrera, aunque esa época le sirvió para descubrir su amor por la actuación. Algo hizo en Cuenca en ese campo, y se fue.
Recuerdo cuando regresó a estrenar “La llave del Armario” en el Teatro Sucre estuvo lleno, colmado de aplausos para la amiga, la hija, la hermana, que regresaba a la comarca a mostrarnos que siempre estuvo en lo cierto.
En algún momento intentó volver a Cuenca, pero en ese entonces -no se si ahora seguirá igual- acá no se podía vivir de la actuación. Es de esos momentos en los cuales el corazón se llena de demonios, porque se quiere volver a la tierra propia, con los seres queridos, con las ilusiones a cuestas, pero no queda más que dejarlo todo, porque es bueno llenarse de amor pero lo de uno parece estar fuera.
De seguro debe haberse topado con muchas promesas, reunido con muchos burócratas, oído muchos discursos inaugurales, en exposiciones, en la prensa; pero, el ritmo, el color, el aroma de la realización vienen de lejos. Me la imagino rearmando sus cosas, despidiéndose de su mamá y papá con alguna broma, con el corazón con ganas de llorar, pero no, a lo lejos sonaba un andarele esmeraldeño, un son cubano, una salsa y hasta un sanjuán que le acariciaban ese mismo corazón triste. Se fue de nuevo.
La vimos haciendo de verdulera en Las Zuquillo, leímos sobre ella en los diarios, la envidiamos cuando hizo parte del elenco de la película “Pasos de Baile” que dirigió John Malcovich, ahí actuó junto a más ni menos que a Javier Bardem. Siguieron las obras, los viajes, los sueños, los amores.
No fue nada raro verla en la televisión, en varios programas, creciendo como artista, de pronto su pequeño rol, de cuencana torpe y complicada se fue agrandando en “Toño Palomino” , cada presencia de la Monse apantallaba al resto, su naturalidad y gracia se dejaron ver. La consecuencia natural de su actuación fue lograr el rol protagónico de “El exitoso Licenciado Cardoso” la versión ecuatoriana de “Los Fabulosos Pellts”.
Nada parece haber cambiado en ella, aunque claro ahora es una famosa amable que va brindando sonrisas a quienes la reconocen, pero los cuencanos nos caracterizamos por tener sangre de perro para eso de adular a la gente de la pantalla, y mucha gente la reconoce pero la mira de lado, o simplemente cuchichean cuando ella pasa o se sienta en la mesa de al lado. Y claro, la Monse también es cuencana: “Si les ves a esas de la otra mesa ? Igualitas todas, sucas pintadas, mismo labial, mismo pelo, misma ropa, que de lo último”.
Por: Patricio Montalezza